Dice la leyenda, que...
Érase un gigante gigantón largo como un día sin pan y gordo como la torre de un molino. Habitaba las costas de Argel y gustaba de tratar con pescadores y marineros. Todos le hablaban con grandes elogios sobre una isla en medio del mar que se llamaba Mallorca. Decían que allí las playas eran encantadoras, las aguas, cristalinas y la arena, de oro. Que las montañas se elevaban hacia el cielo y que entre los cañaverales de las albuferas cantaban mil pájaros. Por eso, el gigante quería ir...
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