Cuenta la leyenda que...

Cuando Palma era todavía una ciudad amurallada, se extendió un velo de miedo por los barrios de la Portella y el Call. Algunos vecinos habían visto, al anochecer, un dragón, que arrastraba su larguirucho cuerpo lleno de escamas buscando carne para llenar su estómago hambriento. Nadie sabía de dónde había salido, pero su aliento apestoso envenenaba el aire.

Una noche, desde Alcúdia llegó Bartomeu Coc. Era un joven militar que iba a cortejar a su amada, Catalina Costa, que vivía cerca de la Portella. Mientras los dos jóvenes se decían tiernas palabras de amor, surgió de entre las sombras –traidor– el dragón, con la boca abierta llena de dientes afilados. Tenía la cola como una daga y los ojos encendidos como carbón. Catalina chilló...

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