Miquel del Sants Oliver, uno de los grandes impulsores de la industria turística de la isla, escribe aquí sobre el Grand Hotel.
Allí, en la sala enorme y profusamente inundada por la luz eléctrica, casi todas las mesas estaban llenas. Quien viajaba por necesidad y quien lo hacía por gusto, se distinguían claramente: eran los del smoking y los del chaqué. De los primeros, algunos iban acompañados por su esposa o hijas: alemanes, ingleses y franceses. Los demás comían solitariamente, releyendo telegramas o notas entre plato y plato. [...] Los camareros iban y venían, cargados de platos, de salseras plateadas, de cristalería reluciente. En las mesas del comedor suntuoso se esparcia la munión de los huéspedes de esos días, unos declarados, otros completamente misteriosos, que venían de lo desconocido para volverse a lo ignoto, sin dejar rastro. En seguida, se descubría al turista de raza, envejecido en los hoteles, caminante incansable de la tierra conocida.
La Ciutat de Mallorques (1906)
Traducido por Carme Castells.
(Campanet, 1864 – Barcelona, 1920). Miquel dels Sants Oliver destaca en la Mallorca de entre los siglos XIX y XX como intelectual comprometido con su país y con una firme voluntad de impulsar la modernización de la isla, desde el reconocimiento de una identidad, cultura y lengua propias. Para conseguirlo, consideraba esencial disponer de un proyecto político y cultural sólido, y formuló un pensamiento político regionalista vinculado a la europeización de la sociedad. Fue uno de los grandes impulsores de la modernización de Mallorca, abogando en pro de la creación de una industria turística como elemento dinamizador de la economía insular, hasta entonces fundamentalmente rural. La mayor parte de su vida profesional la dedicó al periodismo, llegando a dirigir los periódicos La Almudaina, Diario de Barcelona y La Vanguardia. Su producción literaria abraza géneros y temas variados, en lo que es una demostración más de su gran capacidad intelectual. Cultivó el ensayo, la investigación histórica, la poesía y la novela.
La novela La Ciutat de Mallorques se presenta como unas memorias de viaje y plantea uno de los temas que más interesaban al autor: su voluntad de abrir miras y propiciar el progreso de la sociedad del momento. Se organiza en capítulos que no son más que escenas descriptivas de situaciones o paisajes que dan pie a Oliver a transmitir su voz crítica y reflexionar sobre aspectos como el inmovilismo social, la castellanización o la aparición de nuevas corrientes artísticas.
El Grand Hotel abrió sus puertas en 1903 para acoger el turismo selecto que comenzaba a descubrir Mallorca, y que debía permitir la recuperación de una isla inmersa en una grave crisis económica. El edificio, proyecto del arquitecto Lluís Domènech i Montaner, es uno de los más bellos ejemplos del modernismo de la ciudad. Destaca especialmente el espléndido uso de nuevos materiales en su fachada. Las pinturas interiores fueron obra de Santiago Russinyol y Joaquim Mir, dos de los más brillantes pintores del momento. Entre los personajes que se alojaron en este establecimiento podemos mencionar a Azorín o Joaquín Sorolla. Aquí el poeta mallorquín Joan Alcover leyó por primera vez su poema La Balanguera, que hoy da letra al himno de Mallorca. El 1941 cesó su uso como hotel, y desde 1993 es la sede de Caixafórum en Palma, como centro cultural contemporáneo.
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