Paul Morand: Coves del Drac, Portocristo
Manacor

El escritor Paul Morand visitó Mallorca y quedó fascinado, como queda patente en el texto de Majorque, por las Cuevas del Drach.

Es lo inextricable, un verdadero almacén de cordelero; inmensas salas de cordel de piedra, colonia de corales desmesurados, rastrillo de vendedores de ropa, jardín zoológico, franjas de mantón de Manila, sauces llorones, hilo de chenilla y pasamanerías... Todo esto, sin la ayuda de los hombres; ni Brueghel, ni el Piranese de las Cárceles, ni William Blake, ni Gustave Doré, no han podido imaginar cosa igual. Uno se ahoga en el vientre de esta ballena que ha venido a morir a la costa, entre los dientes de este monstruo prehistórico, entre las lágrimas heladas que penden de lo alto, como el hielo sobre el techo de los chalets suizos.

Majorque, 1963

Traducido por Sebastià Vidal. Recitado por Toni Nadal.

Paul Morand

(París, 1888-1976). Escritor francés polifacético, conocido especialmente por los libros de viajes y algunas novelas. Diplomático y hombre de mundo, estuvo en las embajadas francesas europeas de Londres, Roma y Madrid, estando también destinado en Latinoamérica y Asia. Durante  la ocupación nazi de Francia llegó a colaborar con el gobierno de Vichy, algo que le supuso la enemistad con De Gaulle y su exilio durante diez años en Suiza, donde fue nombrado embajador por el gobierno colaboracionista, tras el armisticio. Los primeros textos que publica son poemas, pero pronto empieza a dedicarse a la narración con Tendres stocks (1921), prologado por Marcel Proust. En 1941 dedicó a su esposa, Hélène Soutzo, L'homme pressé, obra en la que esboza una premonición del hombre actual, inquieto, insatisfecho, viajero... Sus viajes y su interés por otras culturas dieron como frutos decenas de libros, como las crónicas  Bucarest, 1935 y Majorque 1963. El ingreso en la Académie Française en 1968 le supuso cierto reconocimiento y rehabilitación en el entorno cultural francés, gracias a escritores como Jacques Chardonne y a los grupos de jóvenes escritores llamado “les hussads”, que coincidían con Morand en lo ideológico y lo vital, tocados por la melancolía y el gusto por el placer.

El sol de Portocristo es un puñetazo en la cara al salir del vientre de la ballena: una ballena llena de estalactitas y estalagmitas, atracción turística inefable, depósito de restos paleontológicos para Dorothy Bate, sala de conciertos, pesadilla de Blake.

 

Las Cuevas del Drac

Paul Morand da continuidad a una larga tradición de compatriotas que habían descrito las cuevas del Drac de manera apasionada. Durante el siglo XIX había despertado en toda Europa un gran interés por la exploración de las cuevas, ligado al interés general de colonizar nuevos territorios. Las cuevas del drac, como el resto de grutas mallorquinas, no fueron una excepción. Entre sus primeros visitantes extranjeros hay muchos franceses, y no en vano una de las cuatro cuevas incluídas en esta formación es conocida como Cueva de los Franceses. Elisée Reclus, geógrafo anarquista, las cita entre las más bellas del mundo; Edouard-Alfred Martel, considerado el fundador de la espeleologia, a quien está dedicado el lago interior de la cueva, fue uno d elos primeros exploradores metódicos, a instancias del archiduque Luís Salvador de Austria; y el viajero, escritor y dibujante Gaston Vuillier, dibujó la entrada de las cuevas y muchas de sus salas interiores en su publicación Les îles oubliés (1888).

Al leer su descripción de otras cuevas cercanas, las de Artá, hallamos una cifra impactante, seguramente también aplicable a las del Drac: “Según cuentan, hace no mucho tiempo se extrajo de la entrada de las cuevas de Artá una candidad considerable de huesos, que en seguida fueron lanzados al mar”. En el interior de las cuevas del drac se han encontrado restos cerámicos de todas las culturas que se han establecido en la isla, con el paso de los siglos.

Los usuarios opinan

Este lugar aún no tiene ningun comentario.