Llorenç Riber describe en La minyonia d'un infant orat esta plaza como el centro de su infancia.
La plaza, pues, era mi teatro, y mi palestra, y mi gimnasio y mi palenque. Más allá de la plaza estaba el ancho mundo? Oh las tardes de mayo tibias y doradas! La iglesia vieja, encendida de sol, flameaba como un candelabro de oro. Era caliente y palpitante como un gran animal vivo; era dulce de tocar como un marfil viejo. Resquebrajada y hendida de años antiguos, era toda ella un refugio de vida ardiente. En cada grieta había un nido; había un palpitar bajo cada piedra: todo el cielo bullía de alas y chillidos. Como negros dardos emplumados rasgaban el aire los vencejos. De los campos llegaba un olor graso, un olor de plenitud. Las espigas eran lechosas y turgentes y amarilleaban de oro las aristas. Entre las resiembras estallaba la violenta sangre de las amapolas. Los cerezos exhibían la pulpa carnal del fruto, el rubí brillante y suculento. Era la sazón en que toda cosa vive, ama y bulle.
La minyonia d’un infant orat, 1935
Traducido por Sebastià Vidal. Recitado por Damià Pons.
(Campanet, 1882 - 1958). Llorenç Riber fue catedrático de retórica y poética en el Seminario de Palma, donde se había formado. Nació y creció en Campanet, el autor fue colaborador de la obra del diccionario catalán que inició Antoni M. Alcover. También formó parte del grupo de la revista «Mitjorn» y tomó parte en el primer Congreso Internacional de la Lengua Catalana. En 1910 fue proclamado Mestre del Gai Saber en los Juegos Florales de Barcelona. Publicó el libro de poemas Sol Naciente (1912) con influencia de Costa i Llobera. Se instaló en Barcelona en 1913, donde se dedicaba a la traducción de autores latinos para la Fundación Cambó, publicadas en la colección Bernat Metge. Destaca la traducción de La Eneida. Publicó libros religiosos en prosa retórica y ampulosa, como Els sants de Catalunya (1919-22). En 1927 fue nombrado representante «regional» de Mallorca en la Real Academia de la Lengua, en plena dictadura de Primo de Rivera, que lo distanció de sus antiguos compañeros literarios y también de su maestro Antoni M. Alcover. En 1935 publicó La minyonia d'un infant orat, narración de memorias que evoca las primaveras de su infancia, en un lenguaje rico, empapado de cultismos, con olor a flores y fruta, en el escenario de la plaza del pueblo, lugar de juegos infantiles. Tras la Guerra Civil, se trasladó a Madrid y se dedicó al periodismo y a traducir, entre otros a San Agustín o Joan Lluís Vives al castellano.
En La minyonia d'un infant orat, Riber quiso rendir tributo a su familia y a su pueblo. El libro recoge sus memorias de infancia, tiempo que aparece idealizado, como también idealiza a sus parientes y antepasados y otros personajes del pueblo. El texto combina armoniosament elementos populares y cultos. Su estilo, humorístico e incisivo a la vez, hace de ésta una obra clásica y popular, que se mantiene como lectura de cabecera en muchos hogares de Mallorca. También ha sido y es lectura escolar para algunas generaciones de jóvenes estudiantes.
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